Reseña de Espíritus inquietos
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Autora: Bonnie Macbird.
Traducción: Carlos Ramos Malavé.
Ediciones Harper Collins Ibérica S.A.
Edición 2019.
Una aventura de Sherlock Holmes
Sherlock Holmes es uno de los personajes más conocidos de la novela policíaca y también uno de los más queridos. Por eso, cuando nos encontramos ante una obra que lo evoca y no está escrita por sir Arthur Conan Doyle, temblamos. No queremos ver a un personaje tan interesante devenido a cualquier cosa, según los gustos particulares del escritor. Y es que ahora, con los derechos libres, esto puede ocurrir.
Aún así, la adaptación a la pantalla a cargo de la BBC y con Benedict Cumberbatch encarnando al famoso detective; fue perfecta. Aunque difiere un poco del personaje de Arthur Conan Doyle, mantiene la misma esencia, aun cuando debieron traerlo a la actualidad para la adaptación. Andrew Lane también intenta rescatar al detective, pero desde su adolescencia, acercándonos más a sus orígenes.
Con un personaje tan sólido a cuestas, cuando leí la portada de Espíritus inquietos y noté que se trataba de una autora que no conocía, mis expectativas no fueron muchas. La sinopsis me pareció interesante, pero compré el libro porque el personaje me fascina y ya tenía los de sir A. Conan Doyle. Con bastante prejuicios —debo admitirlo—, sólo le pedía dos cosas a la autora: nada de romance erótico y que no destroce a Sherlock.
Y la autora cumplió con creces.
Whisky, fantasmas y crímenes
Así versa el subtítulo del libro. Sin duda captura la esencia de toda la obra. Tenemos una buena dosis de viajes, misterios sobrenaturales, intrigas policiales, cuentas del pasado y, por supuesto, varios crímenes.
La historia comienza con la visita de la señora Isla MacLaren, una adinerada joven escocesa que llega por un pedido especial. Con el deseo de aclarar la desaparición de una joven criada de su casa, además de investigar ciertos acontecimientos extraños, aprovecha una visita a Londres para aventurarse al 221B de Baker Street. Aunque Watson queda impresionado por la lucidez de la joven, Sherlock declina con brusquedad la investigación. Isla MacLaren ya nos da una impresión de su gran ingenio desde el inicio y nos lleva a preguntarnos sobre la decisión de Sherlock de rechazar de plano un interesante caso.
Poco después, una serie de acontecimientos (entre ellos un ataque directo a Sherlock), se van entrelazando de nuevo con la familia MacLaren y llevan al detective y al doctor Watson a investigar más allá del interés inicial.
Sin embargo, la autora se las ingenia para hacernos creer en un comienzo que las cosas corren por separado y, poco a poco, comienza a unirlas. Una investigación en curso sobre los viñedos franceses y un ataque explosivo, lleva a los protagonistas tras las pisadas de la poderosa familia MacLaren, dueños de una destilería escocesa en plena búsqueda del mejor whisky del país.
Caminos que se van uniendo
A pesar del rechazo inicial del caso, estos cruces en Francia —en apariencia fortuitos —, y los acontecimientos macabros que la rodean, llevan a Sherlock a la casona de la familia MacLaren, a pedido del propio terrateniente, el imponente sir Robert MacLaren. Un asesinato ha puesto a toda la familia en alerta y es preciso resolverlo con la mayor celeridad posible. Sherlock es contratado como detective para resolver el caso antes de hacerlo público al involucrar a la policía. Sherlock Holmes trabaja a la par con la policía, pero en este caso debe hacer una excepción para llegar al fondo de las múltiples intrigas que se van formando alrededor de esta inquietante familia y que terminará por envolverlo a él mismo.
Una vez en Escocia, comienzan a sucederse una serie de fenómenos extraños que involucra fantasmas, supersticiones, una atmósfera misteriosa, luchas por el poder, crímenes sin resolver y una serie de idas y vueltas que conducen al detective a un enfrentamiento impostergable con una cuenta del pasado.
Ambientación: varios escenarios para una misma trama
El aroma del whisky (bebida que no consumo, por cierto), parece traspasar las páginas y nos adentra en un mundo bien definido. Bonnie Macbird desarrolla con buen estilo cada uno de los escenarios de la historia, llevándonos de un lugar a otro y dando buenas pinceladas del paisaje. El frío cala los huesos, el ambiente agradable de Francia se extraña y el paisaje silvestre de escocia nos recuerda a su rico folclore. Además, narra con bastante detalle el proceso de fabricación del whisky (bebida sobre la cual gira parte de la historia), sin llegar a ser una descripción densa. Si hay algo con lo que no puedo es cuando el escritor destina páginas enteras a contarnos nimiedades innecesarios de su mundo. Este no es el caso. Cada detalle cuenta para hacernos una idea de dónde estamos y de qué es lo que vendrá.
El narrador de la historia: un pequeño problema
Una parte de esta historia sondea en el pasado de nuestro querido detective. Al igual que su amigo Watson, nosotros también tenemos cierta curiosidad sobre el personaje: quiénes son sus escasas amistades, de dónde proviene su «ciencia de la deducción», sus amores (si los tuvo), su rechazo a formar una familia, cómo surge su severa adicción y algunos otros aspectos que lo hacen único. El doctor Watson también comienza a investigar un poco por su cuenta, trasladándonos un poco más a la vida privada del detective.
El gran problema de todas las novelas de Sherlock Holmes, es su narrador. En el caso de Andrew Lane, es un narrador equisciente que sigue las peripecias de un Sherlock adolescente, pero contada desde fuera de los hechos. En el caso de Espíritus inquietos, tenemos a un Watson como narrador testigo (igual al original), que va siguiendo de cerca la aventura a la vez que es partícipe de la misma. Sin embargo, nos deja fuera de lo que pasa con Sherlock cada vez que se separan. Y este es el mismo punto que pasaba con Arthur C. Doyle. Cada vez que se alejaban, no podíamos saber en qué andaba nuestro protagonista y a veces se nos perdía en su propio mundo, dejándonos tan fuera como a su amigo y compañero de aventuras. Aquí pasa lo mismo. Sherlock vive determinadas cosas y llega a ciertos descubrimientos que a nosotros nos llega como noticia ya que estábamos acompañando a Watson en otro punto del mapa y con las mismas preguntas e inquietudes del doctor. Esto no lo considero ni fortaleza, ni debilidad del narrador elegido. Es parte de la magia que rodea a este personaje en particular. Todos queremos saber más de él, pero ni Watson lograba estar siempre en el meollo del asunto.
En resumen
Con los crímenes sin resolver, un asesino suelto, la muerte detrás y el tiempo en contra; Sherlock debe resolver el caso para estar en paz consigo mismo. Pero esta inquietud lo pone frente a frente con un pasado que creía muy lejano. Partes de su vida se ensamblan y viejos enemigos regresan para darle a la historia una serie de giros inesperados que nos mantiene con la nariz en las páginas sin soltar el libro hasta terminarlo.
Y es que había pedido que no tuviera romance. Pero eso no quiere decir que el amor no estuviera allí. Esa parte es también muy interesante y la autora supo cómo desarrollarla siendo muy fiel a la historia y al personaje.
Sin duda es una aventura que nada debe pedir a los clásicos y que puede disfrutarse de principio a fin.